Estudios aseguran que fue primero la gallina que el huevo. Este dilema, extrapolándolo a mi vida, se ordena siendo antes espectador que actor. He de decir que ya de pequeño adopté ésta posición sin rechistar motivado por mis padres cuando me decían aquello de… «te sientas ahí y no te muevas». Toda una frase que me sirvió para entender el mundo desde las palabras de los demás. Sellé así, sin saberlo, un pacto con el que narraba y con mi respiración satisfecha.

Ahora sé que gracias a esas oportunidades únicas me convertí en lo que contemplaba. Desde entonces me dedico a contar, a actuar, a escribir, a dirigir teatro, a inventar y a formar. Un currículo profesional que nació aquella primera vez que me senté, escuché y que sin que mis padres lo supieran, nunca dejé de moverme. Una carrera que empezó en Tenerife y sigue por el mundo.